Caribeando de 1,2,3,4,5,6 y7
Dado los acontecimientos recientes en Argentina, mi viaje ha pasado al olvido. Igual intentaré recrearlo aunque sea de la manera mas breve posible.
Uno pensaría que después de nueve vuelos transatlánticos y dos transcontinentales, mi pánico debería haberse curado, pero hete aquí que no.
Brote panicoso mediante, llegamos a Ezeiza a tomar el vuelo que nos llevaría a los brazos del amado...Morfeo.
Ya en el aeropuerto la paranoia se apoderó de nosotras y empezamos a mirar la cara de los demás pasajeros intentando adivinar si alguno era un terrorista.
Pero con dos miligramos y tres cuartos de droga en sangre, veíamos medio borroso y terminamos pensando, má si, si explota, explota.
Le rezamos al dios de la aeronáutica y del clima para que nos llevara sanas y salvas a la tierra prometida...el Aventura Mall.
Arribado el aparato de Da Vinci a la Florida, quisimos besar el suelo como el Papa Fran, pero nuestro ciático y el Rivotril no nos lo permitieron. Otra vez será. Igual cuando bajo del avión vuelvo a mi estado natural de ateísmo puro.
Domingo subimos al barco que nos llevaría al Paraíso con destinos varios, anche con la posibilidad de que alguno fuese el fondo del Mar Caribe.
Apenas embarcados nos topamos con una ambientación impresionista, de la época más oscura del Impresionismo, un tanto agobiante. Así que la fantasía de encontrar a Johnny Deep pasamos a la de suplicar no encontrar por ahí la oreja de Van Gogh o el bastón de Toulouse Lautrec.
Llegando al camarote, nos recibe Tri, nuestro asistente de cabina de la semana. Yes, decía, Tri, my name is Tri, como tres, y mostraba tres deditos. Casi le digo, qué hacé Tri Tri, como Minguito, pero me contuve.
Navegando.
Los Carnival Cruises, son el centro médico del Dr. Ravenna, pero al revés. Gracias a Dios y la Providencia, no había muchas flacas, con lo cuál yo pasé a estar dentro del grupo de las flacas, o para ser honestas, en el de las menos gordas. Ya eso, me hizo feliz por todo el resto del viaje.
A diferencia del crucero chic del año pasado, éste era la gras de la gras. Estirpe pura de de canadienses y yanquis de medio pelo para abajo. O para arriba, porque las mujeres tenían mucho cabello con peinados raros, y los hombres eran los Hell Angels con barbas largas sin la moto. Eso sí, todos tatuados sin distinción de sexo o edad.
El único pelado del barco resultó ser Glen, nuestro mozo jamaiquino. La excepción a la regla. Quiero llevarme a Glen a casa. Me atendió, me cantó el feliz cumpleaños y me eligió la comida. Yo le decía, Glen, bring me a pollo, y él me respondía, poio no, you eat sopa de calabaza today! Y después te traía el menú entero. ¡Prueba, prueba, es good comida! Amo a Glen. Y también a los otros mozos, Danuel y Suastama (al que yo llamaba Sumatra, hasta que me puse los anteojos).
Puertos.
Primer puerto, Cozumel. Un guía chotísimo que no hablaba. Ruinas de San Gervasio, medio truchas, destiladero de tequila. Catando tequila a las 10 de la mañana, imaginarán como terminamos todos.
Y luego playa...linda...mmseee.
Segundo puerto, Belize.
Nos habían dicho que Belize era un sueño. Bueno, para nosotros fue una pesadilla. Llovía y los lugareños nos juraron que sólo era una pequeña shower de invierno, así que bookeamos para ir a hacer snorkel (él) y playa (yo) a una isla llamada Goff Caye.
Compramos un hermosísimo bolso típico en puerto y partimos a la aventura.
Durante los 40 minutos de viaje en pseudo barco semi techado, llovió como el diluvio final. Don't worry, ya va a parar nos decían. A esa altura la ropa, las toallas y todo lo demás estaba empapado. Hete aquí, que nuestro nuevísimo bolso bordado, no era a prueba de agua. En consecuencia, mi remera blanca, mis sandalias doradas, el iPhone, la toalla, mis manos y todo el piso del barco se tiñó de un bello color fucsia.
Llegamos a la "isla" que resultó ser un cacho de arena de 10x10, con una choza a modo de parador, en el medio de la nada misma. Si venía una ola digamos, un poquito más alta de los 30 cm, moríamos ahogados. Pero no nos ahogamos con la ola, sí con la lluvia. No creo que haga falta aclarar que puteamos desde que llegamos hasta que nos fuimos. Pasadas por agua y teñidas de fucsia.
Tercer puerto, Isla de Roatán. Primer regalo del cielo. Hermosa, recomendable para unas lindas vacaciones en familia, en grupo o en solitario. Hasta tenemos un video grabado para el psiquiatra, subidas a una silla voladora del Italpark, que nos llevaba a la playa. Valió la pena el vértigo.
Cuarto y último puerto, Grand Caymán. Ahhhhhh!! ¡Quiero ser millonaria y vivir ahí! Los departamentos sobre el mar salen entre 7 y 14 palos verdes. Las casitas más alejadas, nomás 350 lucas. Pero lo mejor de lo mejor, fue un diamante amarillo que de chusma entré a mirar, que salía arriba de los 300 mil dólares. Acá el lema del blog: culo veo, culo quiero. O quiero un culo que me lo compre.
La isla es perfecta. Sólo tenés que bancarte algún que otro huracán que arrasa con tutti, pero como hay guita para arreglar todo, listo el poio. No hay criminalidad, 100% alfabetización gratuita, salud para todos, y paraíso fiscal libre de impuestos. No es boluda CFK, que fue a asegurar su retiro jubilatorio ahí.
Prode: Cozumel 1, Belize 0. Roatán 7, Grand Caymán 10.
Última noche en el barco, y todos bailando y chupando. Porque eso sí, el Carnival será grasa, pero es más divertido que Oktoberfest, y como si fuera poco, nos sentimos unas sílfides.
Y llegamos nuevamente a Rusolandia. Esto ya no es más territorio yanqui, es Moscú con playa.
Mi rutina habitual desde que desembarcamos, es, desayunar frugalmente, saludar a los vecinos del condo, que ya saben cómo me llamo,cruzar a la beach que los parió, bañarme y tomarme el 28 que me lleva directo al Aventura Mall. Y ahí zafarrancho!!¿Qué hacés si tu novio trabaja todo el día y hay un 70 % de descuento? Obvio.
Y así transcurren los días de Soysolapuntocom en ¡Mi a Mi chico!
Añorando mi Buenos Aires querido , si se me permite la ironía.