domingo, 26 de julio de 2015

Soysola pero no tanto

Al fin terminamos con esto del día del amigo. Invento argentino. No podía ser de otro modo. Nosotros, los sudacas te festejamos todo. El día del, niño, del padrino, de la secretaria, del periodista, del ceramista, del nieto, del abuelo, del dulce de leche, del mate con bizcochitos, del tatú carreta y del papi fútbol. Yo y mis otros yos queremos presentar en la Legislatura, un proyecto para que se apruebe el Día del Rivotril, y a empastarse todos y todas se ha dicho!!
Esto de festejar una semana entera el día del amigo, cuando nos llamamos Soysola, es una contradicción en sí misma. O en nosotras mismas. O en ustedes mismos. O en ellos mismos.
Yo, mi otro yo, y el yo de mi otro yo, que nos pasamos la vida espantando a cuanto humano se nos acerque, resultamos ser como Roberto Carlos y tener un millón de amigos. Bueno, ya está. Se acabó lo que se daba. Sépanlo, no somos amigables. En algún lugar de nuestro corazón, las/os queremos mucho, pero todo tiene un límite. No pueden pedirnos amabilidad, sonrisas y buena onda siete días de una semana. O sí pueden, pero es la única semana que les damos en el año!
Mientras escribimos esto, con la sensibilidad y delicadeza que nos caracteriza, tenemos a una joven madre primeriza, que no sabe dónde meter a su crío llorón, y lo saca a orear al pasillo, con el sólo propósito de jodernos la existencia. Decime vos tarúpida ¿por qué no te llevás a ventilar al nene a la terraza hasta que se calme en vez de joder a tus vecinos?
Deberían derogar una ley que limite la posibilidad de tener hijos o cocinar bifes en un monoambiente. O quizás lo que necesitamos es volver urgente a nuestra casa.
Entretanto, el bebé llora en el pasillo, los trapitos se pelean en nuestra ventana, el forro de la moto acelera con el caño de escape roto y el perro jadeador hace lo suyo, o sea, jadea. Bah, no descubrimos todavía si es un jadeo, o es su ladrido. Es de esos perros que parecen murciélagos bóxer enanos. O sea, podría tranquilamente ser un murci disfrazado de perro. Vaya uno a saber! En este edificio puede pasar de todo.
Ya más tranquilas porque nuestros otros yos, yoes, o como quieran llamarlos, han vuelto, nos dedicaremos a pedir lo que nunca nos será otorgado.
Quiero la distancia que hay entre la Tierra y la Luna, para recorrerla a la velocidad del sonido. Mientras no sea el sonido de Arjona, cualquiera será bienvenido.
Quiero el pecado pero no al pecador, así como no quiero al pecador si está libre de pecado.
Quiero la llama eterna del fuego que me consume, y consumirte de poquito a poco, hasta que el poco pierda sentido y ya no sea ni las cenizas de lo que fue.
Quiero margaritas para los chanchos, y un salame de campo para Margarita.
Quiero sentarme a meditar en la cima del Tupungato, y bajarlo deslizándome en culopatín.
Quiero ser Marguerite Duras y escribir : yo soy Soysola, no vale la pena decir nada más.
Quiero el pan de cada día, de salvado, diet y sin sal, aunque quisiera un croissant parisino, con mis mozos aduladores.
Quiero rojos de furia, a verdes de envidia.
Quiero menos vecinos, menos edificios y más espacios públicos sin público molesto.
Quiero a Don Gato y su pandilla, y no la banda de felinos que rondan la ciudad.
Quiero pintar un Rembrandt, esculpir un Miguel Ángel y ganarme el cielo de la Capilla Sixtina.
Y quiero que me devuelvan a George, que por equivocación y mucho vino, lo regalé en el día del amigo.








domingo, 19 de julio de 2015

Échale la culpa al taxi

Creo que el día que nací, el universo se confabuló para que de mayorcita, los Taxistas Unidos del Río de la Plata, se cruzaran todos en mi camino.
Los odio, pero los necesito. Bien diría mi madre, son un mal necesario.
Como he contado anteriormente, no soy afecta al bondi, subte o patas, por lo cuál, no me queda otra que tomar los black&yellow locales. No entendemos, ni mi psiquiatra ni yo, porqué en Europa o en USA, no te tomo un taxi ni por putas, y sólo me muevo en transporte público. ¿Será que ése público me es ajeno y el apretuje foráneo es más excitante? ¡Vaya a saber!
No, tampoco manejo. Sí, soy una boluda, como bien estás pensando y merezco la tortura tacheril.
Notarán que hoy no hablo de nosotras, sino de mí. No puedo echarles la culpa a mis otros yos, porque  este temita viene de chica, y ellas aparecieron tras mi anteúltima separación. La del señor Jovato Jodido Jodeputa.
Esta semana fue de antología.
Desde el campeón de bowling, el ex jugador de fútbol, el facho recalcitrante, el que fue al médico y cree que me importa, el que hizo un sit-up (imposible stand up adentro del taxi) y era inodoro friendly , al egresado de Jarvard,  todos, pero todos, inevitablemente me hablaron de política.
Y si hay algo que me enerva, es justamente hablar de política con gente que cree saber todo y tener la posta...porque el pasajero que subió antes, que trabaja de secretario del secretario del secretario del tesorero del gimnasio donde hace crossfit el nieto de la abuela del tío de la madrina del vice-candidato a cocinero de la intendencia de Villa Bosch, le dijo que si gana Macri va a privatizar todos los colegios del Estado, y si gana Scioli va a estatizar los Supermecados Disco. Pero que en cualquier caso, el país se va a la mierda.
¡Mirá loco, si nos vamo a la mierda pero me cambian la ley de licencias y el test psicológico para el otorgamiento de registros, que gane quien sea!
Mañana tengo un viaje largo por hacer. Ya estoy sufriendo de sólo pensar que hoy hubo elecciones y voy a tener que tolerar la futurología sobre si Larreta va a hacer la skate-senda en medio de Avenida del Libertador.
Y ya que hablamos del futuro, vamos a pedir algunas cosas para más adelante.
Quiero un taxista que sea mudo. Sordo y ciego no, por favor, que quiero llegar viva a destino.
Quiero taxis que vayan cambiando de color, según si están libres u ocupados. Fucsia sin pasajeros, naranja rabioso si están apurados.
Quiero unas elecciones sin candidatos, que cada uno se vote a sí mismo, o sea, una especie de anarquía, y ganar yo, para que todos hagan lo que yo digo.
Quiero un boca de urna que hable por sí sola, y no por encuestadoras pagas.
Quiero un ir y venir, con un devaneo sensual, producto de un intercambio de amor caribeño.
Quiero el mundo a mis pies, y en mi cabeza la corona de reina de la paciencia.
Quiero un Jackson Pollock para manchar mis paredes nuevas, y un papel secante para las lágrimas negras de Compay Segundo.
Quiero no saber nada, porque sabiendo mucho es poco lo que me queda por saber, y quisiera seguir sabiendo que no sé nada.
Quiero la eternidad en cuotas. Pocas, no muchas. Me canso de pagar, me quedo sin límite en la tarjeta, y todavía me faltan más cosas por comprar.
Y quiero a Henry Cavill , que es más nuevo en esta cosa de la popularidad y el acoso, porque Shorsh ya me hizo saber que sigue sin enterarse que está enamorado de mí.




viernes, 10 de julio de 2015

Vení que te destapo, vení

Ya acabando el Día de la Independencia, y nosotras como cuando llegamos de España. Seguimos sin casa. O sea, seguimos dependiendo de la buena voluntad de quién nos acoge. Y no nos acoge mucha gente a menos que paguemos. Por ende, seguimos alquilando.
No, si es la única manera en que somos acogidas...!
Así que continuaremos quejándonos de los vecinos del condón. Perdón! Condominio. Corrector del orto!
Ayer, nos ofrecieron sus servicios de despertador, los co-habitantes masculinos del agujero de al lado. Como ya hemos comentado, las paredes son de papel crepé, en consecuencia, a las 8 a.m (muy de madrugada), comenzamos a percibir una especie de gorjeo, no exactamente de pájaros. No, no era Caetano Veloso cantando Cucurrucucú paloma. Más bien era como el ulular insoportable de las torcacitas en celo.
Ni cortas ni perezosas, nos levantamos de la cama, dispuestas a salir en camisón al pasillo a putear a los cuatro vientos, pero nos detuvo lo poco que nos quedaba de sentido común. No somos la mejor visión que puede tener cualquier ser humano a esas horas de la mañana. Y menos seres humanos del sexo opuesto. Las crenchas revueltas, lagañas en los ojos y ni que hablar de que al putear escupimos, porque usamos placa antibruxismo. Un Tiranosaurus Rex propiamente. Decidimos no salir.
Cual Super Agente 86 y la 99, agarramos un vaso y lo pusimos contra la pared, primero para escuchar de qué hablaban, y segundo para usarlo de amplificador de nuestros insultos.
A quienes ya están agarrando un vaso de vidrio para ver si oyen lo que dicen los vecinos, les decimos, NO FUNCIONA. Lo máximo (con perdón de la palabra) que van a oír, es blabbbfihsgudiiifiriiighhhgrttiiijajajaja.
Y así andamos, de un edificio al otro, insultando y recibiendo insultos. Sip. Nosotras también caímos en nuestra propia trampa. Hemos descubierto que somos las destinatarias de las puteadas de otros vecinos. Los de Juramento. Recibimos el llamado desesperado y amenazante de los tortolitos del C, acusándonos de haber convertido el Danubio Azul en el mismísimo Riachuelo de María Julia.
Salimos corriendo a toda velocidad...bueno...a la velocidad que nos permite nuestro tujes, que no es mucha...y efectivamente, cuando arribamos a palacio, descubrimos que en vez de nenúfares, flotaban soretes por todos lados. No nuestros, aclaremos. Ni tampoco de nuestros albañiles. Los obreros cagan rosas, como nosotras. Eran los sorongos de los 44 departamentos restantes. Se tapó la columna porque los muy asquerosos tiran pelos y cuanta porquería tengan a mano. Pero las que siempre sufrimos las consecuencias somos las pelotudas (nos) que vivimos en lo que se llama piso sándwich, o el famoso jamón del medio. Ya sé, no tenemos derecho a mezclar las palabras sandwich y jamón con sorete. Ahora tenemos hambre, carajo!
Llamada de urgencia al plomero, resuelto el tema, pasemos a lo que nos concierne. Y acá dejamos de ser muchas para ser una sola porque somos bastante egoístas.
Quiero vaselina para consorcios. Tanto para los caños como para los vecinos.
Quiero el Transiberiano, para pasear por las estepas abrigada con un tapado de armiño sintético, porque soy ecologista.
Quiero un televisor que sólo transmita buenas noticias. Para malas tenemos la tira de eslabones unidas entre sí.
Quiero no enredarme en mis propias palabras, y poder decir te amo sin temor a que se me entienda.
Quiero una guitarra eléctrica, un bombo legüero y un xilofón de plástico, para tocar la Novena Sinfonía de Beethoven, quedarme sorda con la última nota y que la reverberación del sonido quede atrapada en mi cabeza.
Quiero celeste para que me cueste. Lo fácil, fácil se va.
Quiero agua blanda y un naranjo en flor, para perfumar con azhares, los cajones de mi incómoda existencia.
Quiero parecerme a mi misma dentro de cuarenta años atrás. Dentro de cuarenta años adelante es probable que no me guste lo que vea.
Quiero la llave del candado donde encerraron mi inocencia. La he perdido y me gustaría recuperarla.
Quiero un abanico de ideas originales, porque las que me quedan están un poco vetustas.
Y como es costumbre, quiero a Shorsh, esta vez vestido con mameluco y sopapa en mano, para destaparme las cañerías.