domingo, 27 de septiembre de 2015

La Papamanía

Hace cuatro días que no hacemos otra cosa que ver al Papa Francisco en su gira por Cuba y Estados Unidos.
Nosotras, judías apoteóticas porteñas, estamos pegadas a la tele, escuchando cómo Fran les mete el dedo en el upite a los yanquis, les corta el rostro a Cristina y a Inmaduro, y cómo un buen estadista, puede convertirse en una especie de rock star.
Y nos preguntamos qué haríamos nosotras si tuviésemos tanto poder.
Cual Encíclica Papal o Tablas de Moisés, a saber (II):
Primero: Llamaríamos a los líderes espirituales de todas las religiones, incluido el Pastor Giménez, y les pediríamos colaboración para terminar con las estupideces esas de que todos somos hermanos. Si somos hermanos, tenemos la misma religión. Ni judíos, ni católicos, ni budistas, ni musulmanes, ni nada. Ergo, todos ateos. A lo sumo, todos Elizabethistas.
Segundo: Cambiaríamos el uniforme papal. El blanco engorda.
Tercero: Seríamos menos políticamemte correctas, y mandaríamos a Putin, Merkel y Obama al mismo lugar que a D´Elía, Cristina y Maduro. Todo para que no piensen después, que por ser argentinas tenemos favoritismos.
Cuarto: Distribuiríamos la riqueza del Banco del Vaticano entre los pobres y algunos parientes. Nosotras más no necesitaríamos porque ya nos garpan por rezar y pensar. Algo que hacemos habitualmente. Rezar para adelgazar y pensar al pedo. ¿Qué más se puede pedir?
Quinto: Sacaríamos quinientos cuarenta peldaños de la cúpula del Vaticano, porque, aunque necesitemos hacer ejercicio, subir todos los días 551 escalones para tomar el mate viendo el atardecer, es un poco mucho.
Sexto: Como Francisco, nosotras también nos conformamos con un Fiat 600. Pero hacénos un banquito en la papisamóvil, que andamos con problemas de ciático.
Séptimo: Cambiaríamos el horario de misa a las 11 y media de la mañana. No nos jodan con eso de levantarnos al alba. Al alba no hay nada que hacer. Sólo dormir.
Octavo: El rojo de los zapatos, sería usado solamente en los Louboutin. En la suela.
Noveno: Si Dios le da pan a quien no tiene dientes, mandaríamos entonces, un contenedor lleno de dentaduras postizas, para que puedan comer más saludablemente. El pan, también engorda.
Décimo y último: Obligaríamos a Shorsh a dejar a Almohadín,  tomar los hábitos (los hábitos de venir a la noche a vernos), y vivir en la habitación de al lado, jurándonos lealtad y amor eterno.
Como puede notarse, ninguna de nuestras prioridades es hacer el bien. ¿Para qué? Mirá como terminaron los que quisieron hacer el bien a la humanidad...Martin Luther King, asesinado. Gandhi, asesinado. John Lennon, asesinado. Gianni Versace, asesinado.
Nosotras nos queremos vivas y haciendo el mal, que al fin y al cabo el infierno es eterno y más divertido, dicen...
En resumidas cuentas, el mundo debería dar gracias que nacimos judías, poco creyentes y con un currículum extensísimo de puteadas y malas costumbres.
Non habemus Papa.






jueves, 17 de septiembre de 2015

Tarde de perros

De vez en cuando, el mal humor y la mala onda, se apoderan de nosotras. Digamos que más de una vez...o dos...o miles de veces por año. En esta oportunidad, vinieron para quedarse, como suegra insoportable. Ya hace una semana que convivimos en plena guerra, yo, y mis otros yo.
No me las banco más, y ellas a mí, menos que menos. No sabemos muy bien qué es lo que nos estamos recriminando unas a otras, pero la pelea es constante y la ligan los de afuera...como corresponde.
Nosotras no te somos Martín Fierro. No te somos unidas porque no somos hermanas. Ellas son okupas. Nadie las invitó a vivir conmigo, y sé que mi vieja no las conoce, porque dice que no las parió, cuando las mando a que conversen con ella.
Así que acá estamos, en una lucha constante por ver quién gana. No sabemos muy bien si conviene ganar o no, porque el trofeo está bastante averiado.
A saber qué nos pone de un humor de perros en estos días:
1) que nos despierten a las 8.30 de la mañana con whatsapp, llamados, mensajes, mails, y tocadas de timbre
2) el corte de pelo
3) los rollos de la panza
4) que el bar de a la vuelta del taller esté cerrado cuando queremos tomar un café
5) la gente que escupe en la calle (eso ya nos viene molestando desde el año pasado en el Palacio de     Versailles)
6) la gente que se para de sopetón, en el medio de la calle, cuando vos venís embalada caminando
7) el automovilista que pone su auto en la senda peatonal, no dejándote cruzar.
8) que los caramelos de eucaliptus que compraste, sean un asco.
9) que TODO lo que falta en tu casa llegue en octubre
10) el quilombo de cajas que hay en la casa.
11) la falta de muebles en la casa
12) la casa
13) que se te rompan las piezas en el taller
14) la falta de creatividad
15) la falta de tiempo
16) Movistar
17) nosotras
Esto, es una pequeña síntesis de los que nos enferma últimamente.
Más de un transeúnte se ha visto perjudicado por nuestro estado de ánimo, al mascullo de: la concha de tu abuela pendejo, dejame pasar o mové el culo antes de que te lo patee.
O algún un conductor de auto, que al cruzar la bocacalle, y nos tira el auto encima, y se morfa un: ¿sos forro/a?¿no ves que hay senda peatonal pelotudo/a? ¡Te voy a meter por el orto raya por raya, a ver si así aprendés!
Hasta nosotras mismas que vamos discutiendo en voz alta, una con la otra, al son de I used to love her, but I had to kill her...Sos una tarada, yo te lo dije. Es la última vez. No me agarran más. ¿Por qué no se van todos a la puta que los parió? Sí, incluida vos estúpida (a uno de mis otros yo, o mi otro yo a mí). Etc.
Ayer sin ir más lejos, tuvimos terapia, y al entrar, le dijimos a nuestro psiquiatra: Si vas a decir algo inconveniente, pensalo dos veces. Evidentemente no nos tiene miedo, y nos cagó a puteadas.
Y así estamos. Entre la furia irracional y la menopausia.
Confiamos en que algún día todo pasará, y volveremos a ser las mismas de antes, aunque no sabemos si es un augurio o un desatino.





martes, 8 de septiembre de 2015

Dios le da Spa(n) a quién no tiene (preten)dientes

El cuerpo pedía a gritos dos días de vacaciones, así que ahí marchamos. A un spa.
Malla, zapatillas, libro, un jean y dos remeras.
Dispuesta a descansar, dejé a mis otros yo cuidando del departamento, y me fui por la Provincia de Buenos Aires, a relajarme.
Apenas llegada, me sentí  en otro país. Esto es vida, me dije, podría vivir acá eternamente. Sólo el sonido de los pajaritos, cuatro huéspedes más, y toda una inmensidad de verde y silencio para mí sola. Bueno, para las otras dos parejas también.
A la hora ya me quería ir. ¿Quién dijo que todo el mundo sabe disfrutar?
Hice tripa corazón, y decidí que fuera como fuese, iba a descansar. Me entregaron la llave de la habitación, y me tiré en la cama como una morsa. Perdón, morsa es Aníbal, así que cambiemos. Me metí como un marsupial. Ahí está mejor.
Tres horas de siesta. Como si no hubiese dormido en mi vida. Me levanté, me bañé, y bajé a cenar.
Dos mesas. Se ve que la otra pareja estaba haciendo lo que le correspondía hacer a una pareja que se va a un spa: descansar, pero de una manera más divertida que la mía. Y que la de la otra pareja, evidentemente.
Al día siguiente, me tocaba el tan esperado masaje descontracturante, una exfoliación corporal y el circuito de aguas, que no son las aguas danzantes de la fuente de Dubai. Hubiese preferido, pero no.
Me acuesto en la camilla, boca abajo, en bombacha (perdón por la imagen) y tapada con una toalla, cosa que te coloca en una situación de indefensión total. Estás entregada a quién sea, y a lo que sea.
Empieza la sesión, y siento un codo que se me clava entre la tercera y cuarta costilla. Noto que está muy contracturada, -me dice una voz femenina. Sí, le digo yo en un hilo de voz, intentando respirar, con el codo perforándome el pulmón derecho. No sé qué me duele más, si el cuello o lo que me estás haciendo, le digo. ¿Quiere que le haga un masaje relajante en vez de esto? No, contesto, yo pedí descontracturante, así que dale.
Una hora de tortura rusa. Me amasaron como si fuese una pella de barro para hacer un cacharro, y quedé muchísimo más dolorida que al principio. Tengo moretones por todo el cuerpo. Eso sí, mis fibras musculares, ahora son como chicle de blanditas que están.
Bueno, ahora, salgo un ratito, y usted póngase esta malla descartable,-me dice la masajista- que a mi regreso, empezamos con la exfoliación.
¿Genial? pensé. Y comenzó...Imagínense que son un pollo recién desplumado, al que untan con una capa de sal gruesa con algas, y dale que dale, te pasan de arriba para abajo ese mejunje que te raspa como si en vez de sacarte las células muertas, te fuesen a sacar directamente la piel. Sin olvidarte que antes de bajar, te afeitaste las piernas, por ende, la sal te quema como la remil putísima madre que lo parió, pero vos, ni mu. No vas a darle el gusto de decir, ¡arde la conchadetumadre! Bueno, eso es la exfoliación corporal. Nada agradable, pero el cuerpo te queda como culito de bebé. Hasta ahora íbamos, Spa 2- Elizabeth 0.
Y le toca el turno al circuito de aguas. La señorita te va mostrando los diferentes cubículos de sauna , duchas y piscinas, para finalmente decirte que tenés que terminar en las tumbonas.
Pan comido, me digo. Agua. ¿Cuánto mal te puede hacer? A lo sumo no tendré que bañarme esta noche.
Y comienzo, según las indicaciones de mi torturadora. Sauna I, Sauna II. Ahí te das cuenta, que los años de ceramista te sirven de mucho. El calor es totalmente soportable, porque peor la pasás cuando tenés que abrir el horno a 1280 grados.
Salís de ahí, y te toca una ducha. Agua fría y la puta madre que te parió! Traición! Eso no me lo avisaste! Y estás, media hora más, entrando y saliendo de una ducha helada a una caliente, y así sucesivamente, y por último entrás a una pileta de agua hirviendo, como un caldo de pollo (o sea, el pollo que eras más arriba) del que salen chorros tipo géiser , que te dan en la espalda, en las pantorrillas y te dejan más moretones de los que ya tenías.
¿Quién carajo puede disfrutar de un Spa? ¡Me quiero ir a Irak! Mándeme a la guerra del golfo, pero sáquenme de acá!
No, si evidentemente yo no fui hecha para pasarla bien.
Spa 3- Elizabeth 0


miércoles, 2 de septiembre de 2015

Desagotando (versión corta)

Tras cuatro meses, la casa está en orden. Hemos vuelto y seremos millones. Ya que estamos, y somos varias, le damos una para cada bando. No nos vayan a tildar de partidistas.
Mudadas y semi acomodadas en Juramento, nos toca la ardua tarea de acostumbrarnos a los cambios.
Nuestro baño no está donde solía estar, por ejemplo. Ahora tenemos un lujoso dormitorio en suite con vestidor, en dónde antes había un pasillo que comunicaba con el lavadero, por lo tanto, estamos tratando de no mear en el parquet y no lavar la ropa en el inodoro. Sin mencionar, la pared que nos levantaron entre medio, cuál muro de Berlín, que al salir de la cama, medio boleadas por la mañana, nos llevamos puestas, con sendos chichones en la frente.
La primera noche en casa, acostumbradas a ser solas y pasearnos como dios nos trajo al mundo por la cocina, resultó convertirse en un espectáculo dantesco para los pobres vecinos del barrio. No habíamos notado que nuestro bellísimo nuevo lavadero, tenía unas bellísimas nuevas ventanas, de piso a techo, con vidrios transparentes que daban al edificio del costado. Y así nos vieron. Con las carnes colgando como los Jardines Colgantes de Babilonia. Un asco lo que se dice.
Pronta llamada a la arquitecta, y solucionado el asunto. Ploteo mediante, ahora sólo ven nuestras curvas, difusas, no solo por la opacidad del plotter, sino por la mismísima acepción de la palabra difusa/o: 1.adj. ancho, dilatado. 2.adj Excesivamente dilatado, superabundante en palabras.3.adj. Vago, impreciso.
A nosotras, nos quedó sólo la parte de "excesivamente dilatado y superabundante".
Nuestros amigos nos preguntan cuándo podrán venir a conocer el nuevo departamento...Nunca, gente. No sabemos si nunca, pero por los próximos dos años, no pensamos usar la cocina ni para hacer un café, cuestión que no nos ensucien tan bella decoración, y menos que nos toquen las paredes, que tan esmeradamente pintó Luis. Y guay al que se atreva a apoyarse en alguna, que le cortamos los dedos.
Y aquí estamos, en un departamento salido de la Architectural Digest , sin muebles aún, pero con el botinero repleto de zapatos. Drogadas por el olor a pintura, pero felices. Agotadas física y mentalmente, que ni fuerzas tenemos para preguntar por Shorsh.
Solas, nativas o por opción, escuchando a nuestro nuevo inodoro gotear, pero en casa.