Esto de no querer nada hace tanto tiempo, me recordó que si no pido no tengo. El no, ya está asegurado.
Quiero veinte años menos, para repetir durante veinte años más los mismo errores.
Quiero seiscientas sesenta y seis rosas rococó rosadas para armar una corona fúnebre en el cortejo de mi vida.
Quiero un tulipán abierto, y una abeja reina sentada en el centro.
Quiero un televisor de setenta y siete pulgadas, para ver la ceremonia del té de tilo en HD.
Quiero papar moscas como a los quince. A los cincuenta las moscas entran por la boca y ya no salen.
Quiero el peinado, las tetas y la voz de Dolly Parton. Por ahora sólo llegué a ser como Dolly, la oveja clonada.
Quiero un caballero andante, un perro andaluz y los molinos de viento. A Sancho ya lo tengo adentro.
Quiero la salud perdida. La encontrada no me gusta, y no aceptan devoluciones.
Quiero corto mano, corto fierro, para después poder amigarnos, hacer las paces con palomas blancas, y que nos caguen en la cabeza. Es de buena suerte, dicen.
Quiero germinar un poroto, plantar tomates y cosechar tempestades.
Quiero sacarme un diez en el examen de ortografía, para escribir sin faltas, que me falta todo y me sobra un poco de amor.
Quiero todo tiempo pasado que fue mejor, al presente inhóspito y a un futuro incierto que no sabemos qué nos depara.
Quiero cien años de soledad, antes que uno más con el viejo choto.
Quiero no saber nada de nada, ni mucho de poco, ni todo de nadie. Prefiero seguir siendo una ignorante de las miserias ajenas.
Quiero un George, un De Niro, un Downey Jr, y a todo el Ocean Eleven. Incluido Elliot Gould, aunque preferiría a Elliot Ness. Pero no es judío.
Quiero ser un cuadro de Klimt, y no ser el cuadro inerte que yace en el fondo del barco hundido.
Quiero ser una barra espaciadora, a la tecla trabada de tu teclado obsoleto.
Quiero eaea pepe, un kilo y dos pancitos.
Quiero veinte años menos, para repetir durante veinte años más los mismo errores.
Quiero seiscientas sesenta y seis rosas rococó rosadas para armar una corona fúnebre en el cortejo de mi vida.
Quiero un tulipán abierto, y una abeja reina sentada en el centro.
Quiero un televisor de setenta y siete pulgadas, para ver la ceremonia del té de tilo en HD.
Quiero papar moscas como a los quince. A los cincuenta las moscas entran por la boca y ya no salen.
Quiero el peinado, las tetas y la voz de Dolly Parton. Por ahora sólo llegué a ser como Dolly, la oveja clonada.
Quiero un caballero andante, un perro andaluz y los molinos de viento. A Sancho ya lo tengo adentro.
Quiero la salud perdida. La encontrada no me gusta, y no aceptan devoluciones.
Quiero corto mano, corto fierro, para después poder amigarnos, hacer las paces con palomas blancas, y que nos caguen en la cabeza. Es de buena suerte, dicen.
Quiero germinar un poroto, plantar tomates y cosechar tempestades.
Quiero sacarme un diez en el examen de ortografía, para escribir sin faltas, que me falta todo y me sobra un poco de amor.
Quiero todo tiempo pasado que fue mejor, al presente inhóspito y a un futuro incierto que no sabemos qué nos depara.
Quiero cien años de soledad, antes que uno más con el viejo choto.
Quiero no saber nada de nada, ni mucho de poco, ni todo de nadie. Prefiero seguir siendo una ignorante de las miserias ajenas.
Quiero un George, un De Niro, un Downey Jr, y a todo el Ocean Eleven. Incluido Elliot Gould, aunque preferiría a Elliot Ness. Pero no es judío.
Quiero ser un cuadro de Klimt, y no ser el cuadro inerte que yace en el fondo del barco hundido.
Quiero ser una barra espaciadora, a la tecla trabada de tu teclado obsoleto.
Quiero eaea pepe, un kilo y dos pancitos.
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