Buena serata a tutti. Siamo qui en el inferno, llámeselo verano italiano.
Es tu quinta vez en Italia, la tercera en Faenza, y estás empezando a encontrarle el pelo al huevo.
Empecemos por derribar mitos italianos.
Mito uno.
En Italia la gente tiene re buena onda. Bugie, mentira.
La mayoría, debemos decirlo, tienen bastante buen humor, hasta que. Pero no es un hasta que como el argentino. El hasta que del tano es corto. Cualquier boludez puede desencadenar un ¡porca miseria! cuando menos te lo esperabas. Así, de golpe de la nada, porque le pediste que en vez de azúcar te dé una sacarina, por lo bajo, pero lo suficientemente alto como para que lo escuches, lanza un madonna santa che porca miseria, va fangulo! Y vos, no podés decirle porqué no te vas un poco a la puta que te parió, porque la palabra puta es entendible en castellano, italiano y en swahili.
Mito dos. En Italia se come como los dioses.
Ok. Certo, siempre y cuando sea pasta o pizza.
Andá a pedirte un pedazo de pollo o un bife. No, no lo pedirías por dos motivos. Uno porque los pollos y las vacas italianas no tienen gusto ni a pollo ni a vaca. No pudimos descifrar gusto a qué. Según nuestra compañera de taller, tienen gusto a goma. Para nosotras el pollo, por lo menos, tiene gusto a pavo. Es muy probable que nos den pavo por pollo, como gato por liebre.
Motivo dos, es porque cuestan un huevo ambos, la madre del huevo y la carne.
Mito tres.
El hombre italiano es hermoso…
Te pedimos por favor que nos digas en qué parte de Italia están, porque por estos lares niente…
Todavía estamos buscando a Roberto, el que conocimos allá por el año 82 en Punta del Este, y que nos autografió una foto: A Elizabeth, “chi non ho il tempo di conoscere bene”, tal cuál como hizo con todas las minas que se le acercaron, cambiando el nombre obviamente.
Mito cuatro.
Los mejores vinos del mundo son italianos.
Y e vero hasta que vas de copas una noche y el dueño del boliche te dice: tenés que probar este vino, buenísimo, cosecha de la zona, y te trae un bianco con gusto a hongo.
Mito cinco y último por hoy.
El idioma italiano y el español son casi iguales.
Andá a entenderle a un italiano cuando te habla cosas fuera de contexto. Quiero decir, del contexto que vos entendés. Y lo mismo es al revés, salvo que les hablás en castellano y te miran como si estuvieses hablando en sánscrito.
Eso sí, descubrimos que nuestro italiano está desmejorando día a día, no sabemos si es por el calor, o porque la mitad de la gente con la que estamos, nos habla en inglés y romagnolo. A veces, cuando las neuronas se nos iluminan, logramos tener una conversación más o menos coherente.
Hay una sola cosa con la que nos sentimos totalmente identificadas con el habitante de Italia.
Se quejan. Todo el tiempo se quejan. Y de todo. No hay cosa de y por la cuál no se quejen. Igualito que nosotras! Italia y yo estamos cortadas por la misma tijera. Italia, la cuarta hija de Rujele.