domingo, 4 de mayo de 2014

Nervocalm on the rocks, please.

Como soy mujer de una sola palabra dije que no sabía si volvía y acá estoy. Me cuesta dejar de querer y más me cuesta dejar de escribir, o eso parece.
No es que ande queriendo mucho, ni esté queriendo poco, sino que queriendo lo que buscaba, encontré lo que no quería.
No quiero ver boxeo pero lo estoy viendo. Vamos por el Box para Todos y Todas. Ahora entiendo lo que es que te sienten de culo de un cross. La próxima vez que me lo griten en la calle, por las dudas me pongo la placa antibruxismo que me hizo el dentista.
Es de masoquista lo mío. Detesto el box, ni siquiera lo considero un deporte, apenas una brutalidad legalizada por el comercio y aquí estoy, escuchando y pispeando la pelea, mientras escribo.
¡Vamos Chino Maidana carajo! me veo gritando, como una energúmena en el pasillo que da a mi dormitorio. Me tapo los ojos si alguno le da al otro una piña que lo hace tambalear, pero acá sigo, como mosca a la mierda. Le sobrevuelo y no me animo a apagar la puta tele.
Ahora prosigo con los quiero. Quiero que Osvaldo Príncipi deje de relatar como si fuera el fin del mundo. Quiero que se haga ver por un foniatra porque no da con los agudos ni con los graves. Tiene un tono monocorde que lastima el oído interno del oyente y el externo de cualquiera.
Quiero a Cristina y a Amado arriba del ring, y ahí te quiero ver quién querés que gane. Probablemente un knock out técnico de ambas partes sería lo conveniente.
Como si tuviésemos poco con el fútbol, ahora enloquecimos con el box. Porque nosotros, los argentinos, te vemos e hinchamos todo. Desde Bonavena y Monzón, hasta Maravilla Martínez (mi compañero de viajes en Iberia) y el Chino Maidana ahora. Sin olvidarnos que por obra y gracia de Ginóbili somos todos basquetbolistas, y por Juan Martín del Potro y Gaby Sabatini, todos tenistas. Porque eso sí, para gritar pelotudeces en la hichada e inventar cantitos graciosos somos todos argentinos campeones mundiales del alpedismo y del racismo.
Quiero no encontrarme a mí misma gritandole al televisor "¡dale flaco, cubrite la cara hermano!" porque en realidad no tengo idea si va ganando o perdiendo y ODIO el box!!
Sigo queriendo que Príncipi se calle, y aún así no apago el televisor.
Quiero que después de esto tampoco venga el pastor evangelista brasileño, porque ahí sí que te rompo todo.
Vamos a ir queriendo cosas que me bajen un poco la presión porque de seguir así, termino como Karen Quinlan, diez años en coma.
Omm, omm, más pastilla para los nervios. Nervocalm diría Mafalda. Yo, sigo con el Aplax. De a poco me voy tranquilizando, sin necesidad de hacer meditación. Con la medicación es suficiente.
Así, ya más calmada, puedo querer cosas más lindas.Quiero un cuello nuevo porque el mío tiene las vértebras hechas puré. Quiero puré de papas, que no puedo por la dieta. Quiero una dieta que me deje comer lo que quiera y mágicamente bajar de peso, con sólo desearlo.
Quiero una salud de hierro y no un hierro sobre mi salud. Quiero perder las mañas pero no el pelo. Quiero la verdad de los hechos y no los deshechos de la verdad.
Sigo queriendo la honestidad a rajatabla, antes que la mentira blanca que termina siendo negra inevitablemente.
Quiero el mercado de flores de Zürich y el mercado negro de diamantes. Quiero ser Marilyn por un día y Elizabeth el resto de la semana. Quiero un hombre compuesto y no uno descompuesto que me cague la vida.
Quiero que Jeremy Irons me actúe, que Barry White resucite y me cante algo, que Charles Atlas me entrene, que Jimmy Choo me haga los zapatos y Elie Saab los vestidos. Y por supuesto, para que no falte ni sobre, y tampoco lo extrañen, quiero a George Clooney para mí sola.



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