sábado, 15 de junio de 2019

Médico a la derecha, por favor

Llegamos a Roma, tras un viaje de mierda en el Frecciarosa, en el que tampoco había dónde meter las valijas y encima el aire acondicionado no daba abasto para los 38º de Italia.
¡Naaa, si en este viaje la pasamos bomba! Entre el frío de cagarse en Faenza y el calor del orto del resto del recorrido, debemos reconocer que no fue el típico viaje que solemos hacer.
Lo sabemos, nos hemos quejado mucho. Jódanse, así somos y evidentemente por más que queramos no vamos a cambiar.
Decíamos que llegamos a Roma, urgidas de un dentista, porque el arreglo que nos habían hecho en Faenza, caducó y pasó a mejor vida. Así que llamamos a Universal Assistance, que hasta ahora había tenido sólo aciertos. Nos envían un correo diciendo que debíamos concurrir al Dr. Paolo Salustri a las 15.15 hs. Vía Cavour 266. Llegamos. Ya al ver la placa con su nombre, toda herrumbrada, vecchia, vecchia como Roma misma, nos dio un escozor. Bueno pensamos, no prejuzguemos que a lo mejor el dentista heredó de su tatarabuelo el consultorio y el nombre. Subimos y tocamos timbre. Nos abre una asistente que tendría no más de 25 años. Tome asiento, nos dice, y si quiere ir al baño tiene que dar la vuelta a esta puerta. Tras un breve vistazo, decidimos que nos mearíamos encima antes que ir al baño ahí.
El consultorio era más o menos lo que sospechamos desde la calle. Década del 60. Lo que nos dio una leve sospecha de que el médico quizás estaba actualizado, era que había un dibujo en la pared, donde mostraba a un dentista con barbijo, atendiendo a un niño. Ok, pensamos, por lo menos ya entró en la era sanitaria.
Tras esperar una media hora, aparece otra niña de unos 26 años, embarazada, vestida como asistente y nos dice, prego signora. Cagadas en las patas, entramos.
La piba nos empieza a preguntar qué nos pasaba y le respondemos que veníamos porque sólo era necesario cubrir la muela rota, hasta que lleguemos a Buenos Aires y nuestro odontólogo nos atienda. Aclaramos, que no teníamos dolor alguno, pero como el nervio todavía estaba activo, era mejor taparlo, según recomendación de nuestro dentista argentino.
A los dos segundos aparecen la asistente que nos recibió, y un flaco vestido de calle. Raro, pensamos, un dentista vestido así en el consultorio…¿Cuál de todos estos es el médico, si es que alguno lo es?
Abra la boca signora, y con el rabillo del ojo, vemos que los tres se ponen barbijo y guantes. ¿Los tres? pensamos. ¿Quién es este pibe vestido de jeans y remera que va a meter mano en nuestra boca? Acto seguido, teníamos a los tres mamotretos escudriñando nuestras muelas. ¡¡Los tres al mismo tiempo!!! Ya ahí nos pusimos más nerviosas. De pronto se alejan los tres en tándem, y creyendo que no entendíamos italiano, comienzan a especular. ¿Cosa facciamo? Y, no sé, para mí hay que aprire…¿Aprire qué, gritamos nosotras??¡ Acá no se apre niente! ¡Ustedes solo tapen con alginato como hicieron en Faenza y nosotras nos arreglamos en Buenos Aires! No, signora, seguían estos tres borregos, hay que neutralizarle el nervio. ¡Neutralizá a tu abuela, a nosotras no nos tocan nada! Para mí, hay que sacar una lastra (radiografía), aportaba el de jeans. ¡Si te acabamos de dar la lastra de hace dos semanas! retrucamos.
No, decía la tercera, yo creo que hay que ponerle anestesia y después ver.¡Qué anestesia ni ocho cuartos! ¡A nosotras nos tapan y listo! ¿Saben qué? Si ustedes no saben qué es lo que hay que hacer, no hay problema, nos vamos y se acabó. No, signora, aspeta un attimo que ya viene el doctor.  Si viene el doctor, preguntamos, ¿quienes son ustedes? Acto seguido desaparecen la embarazada y el idiota de jeans. Tras esa actitud, supusimos que no estábamos erradas al pensar que eran estudiantes.
Viene el doctor Salustri, que era bastante buen mozo y no tan vecchio como su placa, junto a la primera asistente y sin saludarnos nos abre la boca y dice: cúbranle como ella les dijo y nada más. No hay que hacer nada.
En ese instante se nos aflojaron los músculos de todo el cuerpo, anche los esfínteres. Finalmente tras una tortura sin anestesia de diez minutos, lograron cubrir la muela.
Conclusión que llegamos al odontólogo sin dolor, y nos fuimos con dolor.
¿Alguien recuerda la parte del dentista de la peli Little Shop of Horror? Bueno, tal cuál.
Moraleja, usen dientes postizos así no se les rompen los suyos y no tienen que caer en lo del Dr. Jekyll.
Ver Roma e doppo morire.
Arrivederci Italia, chi vediamo un altra volta y sin problemas dentales.
Muela 1 = Dr. Salustri 0

jueves, 13 de junio de 2019

Stanca (cansada) ma no estancada

Sentadas en un barcito de Florencia, mientras escuchamos a un bombón cantar y un viejo loco (del que admiramos su libertad) bailar en la mitad de la calle, nos sentimos Julia Roberts en Comer, rezar, amar. Bueno, la mitad de Julia en altura y el doble en gordura…
Verona. Lamentamos comunicar que Romeo no estaba. Fuimos hasta la casa, le tocamos el timbre, pero nos dijeron que se había ido con una tal Julieta. Va fanculo le respondimos nosotras al portero, que nos miró impávido cual estatua que era.
Así que nos fuimos al Castelvecchio a ver si ahí encontrábamos algún duque veronés. Tampoco, pero nos quedamos recorriéndolo. Subimos, porque en Italia todo es escalera, y recorrimos obligadas, una de las más grandes exhibiciones de arte sacro, que vimos en nuestras vidas. Obligadas, bien decimos, porque cada vez que queríamos escapar para la uscita, venía una de las guardias y nos obligaba a entrar a otra sala. La mina nos siguió todo el recorrido, mostrándonos con un gesto de cabeza, por dónde había que seguir. No sabemos en realidad si todos los turistas se le rajan de embole o tenía miedo que nos chafáramos algo. ¡Ni que en nuestras intenciones estuviera afanarnos un cacho de fresco con la imagen de la Asunción de la virgen!¡ Preferimos un par de zapatos antes que un santo! ¡Un santo no nos duraría lo que un par de buenos zapatos italianos, doña! Pero nos callamos la boca, y seguimos subiendo por el Castelvecchio. Si algo tenemos que agradecerle a la guardia, fue que con su insistencia de llevarnos por el camino correcto, terminamos en las murallas del castillo, viendo la mejor vista de Verona que podríamos haber imaginado.
Lamento decepcionarlos, pero no tengo más que palabras elogiosas para Verona. Bella ciudad, bellos hombres y gente amable por todos lados.
Cargamos nuestras valijas al Frecciargento y partimos sin demora a Florencia. Ya al subir, empezamos a las puteadas. El tren no tenía lugar para el equipaje, así que viajamos más o menos a cococho de las valijas. Seguimos con nuestro rosario de buenas intenciones, al bajar en la estación y notar que no había ascensor. Solo escaleras…la puta que los parió a los italianos y su obsesión por las escaleras. Además, para quienes no lo saben, como en la antigüedad no había reglas de construcción, cada uno hacía los escalones con la altura que se les cantaba el ojete. O, los del norte de Italia tenían las piernas muy largas…vaya a saber, no hay con quién comparar…Bah, si nos dejamos llevar por el tamaño de las esculturas de Michelangelo, la península itálica debía ser la tierra de Gulliver.
No desesperéis que ya llega la tercera puteada…
Nuestro hotel, resultó ser un apart hotel. Bien ubicado, súper lindo, gente amable, ascensor en el edificio….y escaleras en el departamento. No hace falta reproducir nuestros dichos, ya los conocen de sobra.
Salimos a pasear, con cuarenta grados a la sombra, para largar la cuarta y anteúltima puteada de la semana. Si Venecia nos pareció un mar de turistas, Florencia es el océano. ¡Queremos volver a Faenza donde no hay nadie!,gritábamos sin que nadie nos oyera, porque cientos de miles de turistas, zumban como cientos de miles de moscas. Odiamos a los turistas. Llegamos a la conclusión de que nosotras nos vestiremos como turistas, pero en realidad somos ciudadanas del mundo.
Queríamos conocer Cinque Terre, San Giminiano e ir a la Toscana y beber algunos vinos Chianti. Cansadas de andar solas, creímos conveniente tomar una excursión . Mal hecho.
Cinque Terre es hermoso, pero decidimos que ahí no nos vamos a mudar porque todo es cuesta arriba. Además tomamos un barco para ir de una terre a la altra, pero el capitán estaba un poco fumado,  manejaba a los tumbos, y casi largamos por la borda los spaghettis que habíamos mangiado antes. Finalmente sudamos como guanacos, sacamos fotos y llegamos agotadas al anochecer.
Al día siguiente, como si no nos hubiese alcanzado con la excursión previa, hicimos la segunda.
Hermosa la Toscana, no decepciona, lo juro. Nos sentimos Diane Lane en Bajo el sol de la Toscana, con la pequeña diferencia que nosotras no encontramos el amor, sino otro millón de turistas.
Consejo. Nunca hagas excursiones multilingües. Terminás no entendiendo ninguno de los idiomas que habla el guía.
A diferencia del día previo, acá sí nos quedaríamos a vivir. Queremos una villa toscana, con vista a San Giminiano. Largamos la cerámica y nos ponemos un viñedo. Decidido.
Hoy, nuestro último día en Florencia, nos propusimos tener uno tranquilo. Visitamos a nuestro novio David, en el Museo della Accademia. Es tan, pero tan bello, que no nos importa que tenga pito chico. Nos hubiésemos quedado todo el día con él, pero había que ir a hacer el reintegro del tax. Y ahí llega nuestra cuarta y última puteada en Firenze.
No uses el Google Maps acá, porque el  puntito azul se te vuelve loco. Así fue que estuvimos dando vueltas en círculos durante media hora hasta llegar a destino. No es que esta ciudad sea muy grande, no, es la vuelta al perro, pero si el puto punto azul se quedara quieto quizás no nos hubiésemos caído de rodillas con el culo para arriba, en el medio del pavimento florentino.
Y la recontrarecalcadísimaconchadesuputamadre!!! Ahí tienen la puteada que les debía.
Suponemos ahora, que tenemos un par de ligamentos menos en nuestras rodillas.
Casi llorando, porque ganas no nos faltaron, nos volvimos al apart a preparar la valija, ya que mañana partimos a Roma. En el trayecto nos enamoramos varias veces de italianos que ni siquiera notaron nuestra existencia.
En definitiva, la bruja la pifió en todo. Ni este viaje nos cambió sustancialmente la vida, y menos que menos encontramos al morocho. O mejor dicho, encontramos muchos morochos que no nos cambiaron la vida.
Arrivederci Florencia, chi vediamo cuando el turismo merme.
Verona 10 = La Toscana 10
Rodillas -2= Elizabeth 0

martes, 4 de junio de 2019

Ver la Bienal e doppo morire

Ciao, sono qui.  No nos hemos ido a ningún lado, seguimos en Italia. Pensaban que nos habíamos olvidado de ustedes, pero no.
Tras una maravillosa estancia de un mes en Faenza, donde casi hemos sido tratadas como una celebridad, llegamos a Venecia donde somos absolutamente desconocidas para el público en su totalidad. Queremos volver a Faenza.
Acá hay mucha paloma, gaviota y turistas (ponemos todo en el mismo status), allá golondrinas.
Acá hay mucha mugre, allá podés pasar la lengua por el piso.
Acá hay mucho niño turista llorón, allá los niños siempre buena onda.
Acá hay mucho turista, allá una paz increíble.
Acá hay mucho turista, allá la única turista era yo.
Acá hay mucho turista…
Hoy calzamos sandalias de goma y salimos a buscar un ticket para la Bienal de arte. É chiuso nos dice con la peor onda el flaco de la boletería, torna a le dieci. Dieci menos cinco estábamos ahí paradas esperando a que abrieran y como buenos descendientes de argentinos, hasta las dieci en punto no nos atendieron.
Tomamos el vaporetto, que vendría a ser un bondi sobre agua, y llegamos a la terminal de Arsenal donde estaban algunos de los pabellones. En el camino nos hicimos amigas de unos israelíes, que perdimos apenas pasamos la primera instalación de vídeo. Vaya a saber dónde quedaron…Volvamos a la bienal…podríamos decir que el arte no es lo nuestro, pero estaríamos mintiendo. Quizás lo que no es lo nuestro, es el arte en las bienales. Mucho video, mucho color negro, mucha sala a oscuras donde no ves la obra y sólo pisás al pobre turista que tenés al lado. Mucha cosa grande al pedo, mucho feo y poco lindo, pero lo poco lindo es muy lindo.
Recorrer una bienal no es moco de pavo. Antes deberías pasar por el gimnasio a entrenar para la maratón de los 100K.
Tras recorrer todos los pabellones de Arsenal, o casi todos, llegamos a lo que creímos era la salida, pero no.
Parados ahí charlando estaban dos carabinieri. Morochos ambos, o eso supusimos, porque uno era pelado con pinta de haber sido morocho anteriormente. Le pregunto (yo sola, sin la compañía habitual)  ¿dove siamo? le muestro el mapa. El dolape me responde, per inizio a Venezia… y sonríe…ahí mismo me enamoré. Lamentablemente él no, porque sin ningún tipo de compasión me dice, e facile, toma questo giardini e dobla a la sinistra. Y ese fue nuestro romance más fugaz.
Tomamos (volvieron las otras) el giardino que parecía un laberinto y tardamos quince minutos más o menos en poder encontrar la salida. A esas alturas, sentíamos una molestia en los pies. Miramos hacia abajo y con estupor exclamamos ¡nos salieron juanetes! Pero no, eran unas ampollas del tamaño y forma de Uruguay…y todavía nos faltaba ver ¾ parte de la bienal.
Relatar la otra parte de la bendita bienal, sería un despropósito no sólo porque se aburrirían, sino que no podíamos pensar en otra cosa más que en nuestros pies, por ende sobrevolamos el resto de los pabellones, que tampoco eran dignos de un relato.
Volvimos en vaporettobondi a San Marco, tomamos el Bellini más caro de nuestras vidas, y enfilamos para la cena. Elegimos un lugar lindo, porque desde un tiempo a esta parte, mejor dicho, desde TETAS a esta parte, decidimos que nos merecíamos todo.
Si bien el lugar es muy cool, no fue la mejor cena de nuestras vidas, pero decidimos que volveremos porque los mozos están buenísimos. Ah! Ahí nos enamoramos por segunda vez en el día, para descubrir que el mozo sólo nos miraba para ver si necesitábamos algo más.
Domani será otro día y doppo partiremos a Verona a encontrar a Romeo.
Tetas=1 (habló la creída), Bienal=0