I.
Me iré con la próxima nevada, así como los copos.
Desvaneciéndose al tocar el piso.
Esa será mi tumba.
Y entonces, preguntarás qué fue lo que sucedió.
Cuando ya me haya ido,
pensarás qué fue lo pasó conmigo,
porque tardaste tanto tiempo en darte cuenta
que despacito me estaba yendo.
Solo deseo irme en silencio, pronto.
Como los copos de nieve cuando tocan tu rostro.
Desvaneciéndose al tocar el piso.
Esa será mi tumba.
Y entonces, preguntarás qué fue lo que sucedió.
Cuando ya me haya ido,
pensarás qué fue lo pasó conmigo,
porque tardaste tanto tiempo en darte cuenta
que despacito me estaba yendo.
Solo deseo irme en silencio, pronto.
Como los copos de nieve cuando tocan tu rostro.
II.
La vida que me toca no es la que buscaba
parece lejana y sin embargo está a un paso.
Enredada en un silencio por demás audible,
se escapa por el viso de mi falda sigilosamente
en una agonía de verdades que nadie quiere oir.
La vida que me toca simplemente vino
porque nadie le negó la entrada.
Apelmazada en un delirio de mentiras viejas
se desvanece por mis piernas cansadas,
en un rumor de voces opacadas por el viento.
La vida que me toca se entregó al olvido,
sin siquiera darme aviso.
Soslayada entre un abismo de palabras inconclusas,
se despide a puro grito por mi corazón abierto y sangrante,
en una infinita oscuridad sin tiempo.
III
Si me pongo a hablar esta noche,
seguramente te hablaré de árboles caídos y de hojas muertas.
No es que la tristeza se haya apoderado de mí, es que
las horas van pasando y los minutos se hacen eternos
cuando miro el horizonte infinito y no te encuentro.
Camino por el borde del abismo,
haciendo equilibrio para no caer de espaldas y llorar
porque las lágrimas están pujando por salir y no las dejo.
Si me pusiera a hablar esta noche,
sí, te hablaría de nidos vacíos y flores marchitas por el tiempo.
Tu rostro se va esfumando como los viejos sueños,
y tu voz se va perdiendo a medida que pierdo inviernos.
Pero el calor de tus manos está intacto
en mi cuerpo añoso y desierto.
Si pudiera hablar esta noche, te diría que ya he muerto.
IV.
Me iré cantando bajito
como quien se va en la madrugada.
Me iré con el tiempo muerto
sin decirte una palabra.
Me iré directo al infierno
que es donde se quema mi entraña.
Me iré sin que lo notes
con el corazón cubierto en llagas.
Me iré para no morirme,
si total no importa nada.
V.
Tengo el cansancio instalado en mi cuerpo.
Me pide a gritos que lo libere.
Aulla en un silencio sordo,
Y se cansa y me cansa.
Tengo la nostalgia instalada en mi garganta.
Se regodea en mi silencio.
Le ruego que me deje,
Y se cansa y me cansa.
Tengo la tristeza instalada en mi alma.
La empujo para que se vaya.
Llora y se queda,
Y se cansa y me cansa.
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