lunes, 4 de noviembre de 2024

La inevitabilidad de la muerte y mis reflexiones de trasnoche

 Lo único inevitable es la muerte, me dijeron toda la vida. Y para llegar hasta ahí lo inevitable es envejecer. Algo con lo que no me estaría llevando muy bien.
Nadie me dijo que el tránsito era doloroso. No es lento sino todo lo contrario. 
Envejecer con gracia dicen... No sé a quién le hace gracia, a mí no.
Llegamos a noviembre, como pudimos, y se acercan las fechas que más detestamos. Año Nuevo y nuestro cumpleaños.
Todo es un año más. Todo suma, pero no suma a favor, si no en contra. En contra nuestra.
Sos jóven todavía, me dicen. Bueno, depende del lado que lo mires. Y últimamente me  miran del lado decreciente. Y para ellas soy vieja. Los otros ya no miran. Y me siento un fantasma.
¿Siempre tuve un tema con la edad? Obviamente no. Sólo cuando pasé los 50 y largos. Antes era jóven. Hoy soy más grande que mi mamá el día de mi casamiento. Es muy fuerte.
Siempre recuerdo un día específico, en el que la acompañé a lo de Aída, la modista, y mientras Aída le tomaba las medidas, mi mamá, mirándose al espejo dijo: "yo sé que esa en el espejo soy yo, pero no me reconozco. Sé que esa señora tiene 60, pero yo me miro y adentro mío sigo teniendo 20".
Lapidario. Me quedó grabado a fuego. Hoy la entiendo a mi madre. 
A esta edad estás de vuelta, hacés lo que querés, cree la mayoría. No. Hacés lo que podés y lo que el cuerpo te permite. Es cierto que no estaría llegando en las mejores condiciones, pero son las condiciones que hay. Y con esto es con lo que tengo que trabajar diariamente. No soy muy buena para cuidarme aún cuando sé que es el único cuerpo que tengo y soy la única con la que cuento. El enojo conmigo misma me gana. Siempre me ganó y aunque sé que es algo que debería cambiar, habiendo cambiado ya tantas cosas en mi vida, no me queda energía para cambiar otra más.
Mientras la cabeza dé...Ayer estuve media hora tratando de acordarme una palabra, hasta que desistí. No. No la recordé. 
Sentí cómo mi cerebro se quemaba lentamente y pude oír cómo mis neuronas iban muriendo de a poco.
Suena a chiste, pero no lo es. Stress me dice el psiquiatra. No sé qué es lo que me estresó esta vez.
Tuviste un año difícil, me dice. Y yo me pregunto si alguna vez tuve alguno fácil.
No estoy deprimida. Tampoco resignada. Estoy indignada.
Los que me conocen saben que siempre hablo de la muerte porque no me asusta. Lo que me asusta es el camino hasta ella. 







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